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El 15 de abril a las 18:00 tendrá lugar el primer encuentro del ciclo "Abrámtsevo - punto de encuentro de los genios de la historia y la cultura rusa". El evento será presentado y moderado por María Grigorenko, la empleada e investigadora del Museo-reserva “Abrámtsevo”. La historia de los señoríos rusos está estrechamente relacionada con la historia de Rusia. Los últimos, tuvieron un papel importante para el destino del país, convirtiéndose en los centros culturales de las regiones. “Abrámtsevo” ocupa un lugar especial en esta lista. En su territorio protegido y relativamente pequeño, ha surgido una constelación única de nombres destacados de la historia y la cultura rusas.

"Abrámtsevo" es un señorío del siglo XVIII muy famoso, ubicado a orillas del río Vori, a 50 kilómetros de Moscú. A partir de mediados del siglo XIX se convirtió en un lugar de reuniones, animadas conversaciones y disputas de personas destacadas de la época. Primero, famosos escritores, pintores y escultores, vinieron a visitar a su propietario, el escritor Sergei Aksakov; y luego, al mecenas Savva Mamontov, que se convirtió en el dueño de la hacienda en 1870. Además, en “Abrámtsevo” escribían libros y compartían ideas innovadoras, creaban escenografías teatrales y cuadros que hoy en día se pueden encontrar en los museos más importantes de Rusia.

Vasily Polenov, Victor y Apolinary Vasnetsov, Ilya Repin y Mikhail Vrubel, fueron los genios que durante mucho tiempo trabajaron en este hospitalario señorío y formaron su propia asociación informal llamada “Abrámtsevskiy kruzhok” (o “Mámontovskiy kruzhok”). En “Abrámtsevo” Sergei Aksakov escribió su famoso cuento de hadas "La flor escarlata"; Nikolai Gogol trabajó en el segundo volumen de "Almas muertas", compartiendo algunas partes de su obra con los señores de la casa y sus invitados; Viktor Vasnetsov creó su incomparable cuadro "Alyonushka", cuya protagonista está sentada en la orilla de un estanque situado en el territorio de la finca. Hasta el día de hoy, desde el famoso retrato “Niña con melocotones” en el comedor de la casa, la hija del dueño, Vera Mamontova, observa inmortalizada por el artista Valentín Serov en 1887.

Todo en “Abrámtsevo” respira historia, pero una historia "viva", comprensible y muy querida. Y parece que en cualquier momento se pueden escuchar risas y conversaciones de aquella gente que vivía en este mágico lugar antiguamente, un lugar que sirve de puente para conectar el glorioso pasado con el vibrante presente.